A mí, sí, y mucho. Muchísimo. No hemos dejado atrás todavía el calor del verano, estamos a menos de un mes de Halloween (que yo este año lo celebro, ¡vaya que si lo voy a celebrar!) y aun teniendo la casa patas arriba y tres coladas por planchar (¡qué pereza, Señor!), no puedo dejar de pensar en las dichosas tarjetas/felicitaciones de Navidad. ¡Se nos echa el tiempo encima!

Ahora pensaréis, “pero qué loca ésta, ¿de qué habla esta chalá si la Navidad está lejos?!”. Error!! Craso error!!!
Todos los años quiero enviar felicitaciones de navidad. Hasta conocer el scrapbook, yo era de las que compraban tarjetas bonitas a mansalva en las papelerías y disfrutaba escribiendo mensajes y deseos navideños y felicitaciones por el nuevo año. Desde que se instauró la era del Scrap, la cosa cambió mucho. No es que dejara de disfrutar, es que prácticamente dejé de mandar tarjetas. ¿Por qué? Por la pura auto-imposición que igual os suena a algun@s de vosotr@s: “tengo que hacer las felicitaciones a mano”.
Dejémonos de pamplinas y hablemos en plata: desde que disfrutamos haciendo cosas a mano, nos encanta regalar tarjetas y álbumes que hacemos nosotras mismas. Cueste lo que nos cueste (en dinero y en tiempo), pero llega un momento que es imposible. Porque no son dos ni tres ni cinco tarjetas a hacer. Son unas 20 (y tirando por lo bajo). Súmale a que se te echa el tiempo encima para los regalos de navidad y ya “la hemos cagao”.
Entonces es cuando miras de reojo las papelerías bonitas y acaricias la idea de volver a las andadas y comprar las tarjetas ya hechas. El problema es que puede pasar lo siguiente: que la gente (o tú mism@) piense/es que no te estás esforzando lo suficiente, que te has vuelto muy perra y que vaya chuminada de tarjeta has mandado (en el caso de que sucumbas y compres las tarjetas de la papelería).
Visto lo visto, yo voy a ser de éstas (de las que van a comprar este año tarjetas en la papelería). ¿Por qué? Pues porque si no me pasará como el año pasado, y el anterior, y no quiero pensar más allá porque me va a dar un telele: que no mandé prácticamente ninguna. Y eso me parte el corazón.
A veces nos auto-exigimos demasiado. A veces es que nos pedimos llegar a donde tampoco hace falta. Si nos da tiempo y nos apetece, si nos animamos a ponernos con el calor de octubre-noviembre en plan “viva la navidad aunque todavía queden tres meses larguísimos para que llegue”, entonces chachi, porque habremos empezado a tiempo para hacer tarjetas bonitas y vistosas, hechas a mano. Pero no me la vuelvo a jugar. Éste año no: mi gente recibirá una tarjeta de navidad, sí o sí. Esté hecha a mano o sólo lleve mi escrito a mano siendo una tarjeta comprada en una papelería (que no olvidemos: tampoco son precisamente baratas si las buscas buenas, bonitas y con cierta calidad).
Es como lo que me ha pasado con mis tarjetas de agradecimiento a los invitados de la boda. Hice unas cuantas a mano, pero era imposible hacerlas todas. La suerte es que la luna de miel la pasamos en Londres y pude perderme en una de esas mega macro tiendas de tarjetas para todas las ocasiones. Son tiendas que, no sé cómo explicarlo, pero es como un mundo paralelo. El mundo de las tarjetas chachis, buenas, bonitas-preciosas y a precios que ni en sueños de aquí (de más baratas, quiero decir). Te gastas 20 euros en tarjetas y te vuelves con kilo y medio de tarjetas bajo el brazo. Tienes para agradecer/felicitar a la familia y amigos durante dos años de fiestas. Una auténtica maravilla.
Algo así falta aquí en España. Vale, tienes las papelerías que venden tarjetas, igual hasta tiendas de tarjetería. Pero no como las que tienen en Londres. Pero vaya, a años luz está esa gente. Sólo hay que ver las tiendas Paperchase, Clintons o Cards Galore. Es que hasta el supermercado de Marks & Spencer tiene una gran sección de tarjetas de felicitación! Lo que os digo: a años luz está esa gente.

Pues bien, que yo voy a ser de las que este año intentarán ponerse con el calor del verano-otoño, pero conociéndome, no me voy a resistir a comprar tarjetas si luego no me da tiempo. Porque prefiero que los míos tengan una felicitación en el buzón, a no tener nada de nada. Anda que no hace feliz recibir correo que no sean facturas y multas, ¿verdad?
Pues eso: vivan las tarjetas que se pueden comprar. Y … ¡viva el tiempo que se ahorra una para poder dedicarle tiempo a otros proyectos scraperos!
Revistas como CARDMAKING valen la pena llevarse cuando las pillas en el aeropuerto: valen unas 5 libras y a parte de llevarte una revista de calidad con contenido súper chulo, encima te regalan una carpeta de embosado y dos sellos para hacer tus próximas felicitaciones navideñas. Esto sí que es enganchar al personal para convertirse en fábrica de felicitaciones😉
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